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Documentos electrónicos y textualidades digitales : nuevos lectores, nuevas lecturas, nuevos géneros

Libro
ISBN: 9788490122983

La transformación experimentada por la industria editorial y los sistemas de información y comunicación en los últimos años, con una intensa migración de lo analógico a lo digital, nos obliga a repensar la forma en que concebimos los documentos, la lectura y la escritura, la creación y la investigación, tanto desde una perspectiva científica como desde una perspectiva cultural. Las tecnologías digitales están articulando nuevas mediaciones, que es preciso analizar para efectuar un diagnóstico de la situación actual y verificar los cambios experimentados en nuestras prácticas.

El mundo electrónico provoca una triple ruptura: instaura una nueva técnica de difusión de la escritura, propicia una nueva relación con los textos e impone a estos una nueva forma de inscripción. Además, obliga al lector a prescindir de las herencias y tradiciones que lo han constituido como receptor, ya que el mundo electrónico ya no utiliza la imprenta, ignora el «libro unitario» y es ajeno a la materialidad del «códex». Es, al mismo tiempo, una revolución de la modalidad técnica de la reproducción de lo escrito, una revolución de la percepción de las entidades textuales y una revolución de las estructuras y formas más fundamentales de los soportes de la cultura escrita. Por otra parte el texto electrónico rompe la linealidad argumentativa propia del discurso impreso, sustituida por una lógica propia del hipertexto. En este sentido se produce igualmente una mutación epistemológica provocada por la transformación de los sistemas de construcción y acreditación del discurso científico, confiado en muchos casos a la iniciativa del lector. Al mismo tiempo la permeabilidad del texto electrónico, en el cual la intervención de los lectores es cada vez más importante, introduce una variable determinante en los conceptos de autoría y de propiedad intelectual.

La transformación experimentada por la industria editorial y los sistemas de información y comunicación en los últimos años, con una intensa migración de lo analógico a lo digital, nos obliga a repensar
la forma en que concebimos los documentos, la lectura y la escritura, la creación y la investigación, tanto desde una perspectiva científica como desde una perspectiva cultural. Las tecnologías digitales están articulando nuevas mediaciones, que es preciso analizar para efectuar un diagnóstico de la situación actual y verificar los cambios experimentados en nuestras prácticas.
El mundo electrónico provoca una triple ruptura: instaura una nueva técnica de difusión de la escritura, propicia una nueva relación con los textos e impone a estos una nueva forma de inscripción. Además, obliga al lector a prescindir de las herencias y tradiciones que lo han constituido como receptor, ya que el mundo electrónico ya no utiliza la imprenta, ignora el «libro unitario» y es ajeno a la materialidad del «códex». Es, al mismo tiempo, una revolución de la modalidad técnica de la reproducción de lo escrito, una revolución de la percepción de las entidades textuales y una revolución de las estructuras y formas más fundamentales de los soportes de la cultura escrita. Por otra parte el texto electrónico rompe la linealidad argumentativa propia del discurso impreso, sustituida por una lógica propia del hipertexto. En este sentido se produce igualmente una mutación epistemológica provocada por la transformación de los sistemas de construcción y acreditación del discurso científico, confiado en muchos casos a la iniciativa del lector. Al mismo tiempo la permeabilidad del texto electrónico, en el cual la intervención de los lectores es cada vez más importante, introduce una variable determinante en los conceptos de autoría y de propiedad intelectual.
El rápido traslado del mundo de los átomos al mundo de los bits, por utilizar la célebre dicotomía de Negroponte («Being Digital»), ha producido una completa transformación en todos los órdenes de la existencia, cada vez más sometida a la porosidad digital. Y es en los sistemas de lecto-escritura donde estos cambios se han experimentado con mayor radicalidad. La migración de un sistema a otro en el ámbito de la información va dejando relevantes ejemplos en estos últimos años, como los representados por el abandono definitivo de lo impreso de obras emblemáticas de la cultura occidental, como las Enciclopedias «Britannica y Universalis», o la vertiente cada vez más electrónica de cualquier iniciativa educativa. Las grandes compañías editoriales especializadas en educación han lanzado numerosas propuestas de aplicaciones y productos únicamente ejecutables en un contexto digital.
Se trata de un mundo de trasvases donde los préstamos de lo analógico a lo digital siguen siendo muy importantes, desde la representación de los libros electrónicos hasta la propia articulación de la cadena de valor del libro en el que perviven elementos de carácter tradicional que tienden a desaparecer, pero que aún alimentan algunas de las fases de desarrollo del ciclo de producción-distribución-recepción. En cierto modo, nos encontramos en un estadio en el que el caos, el desorden, se erigen como una nueva categoría: decenas de iniciativas emprendidas, además, por empresas fuera del ámbito editorial, con propuestas imaginativas sometidas a la prueba de la refutación dada las debilidad de la fronteras de acceso al ámbito digital, conviven con sistemas aquilatados y probados en su eficiencia. Un estadio en el que a la confusión, propia de las fases de tránsito, se le une la aceleración inherente al universo digital, un «tempus» interno caracterizado por el encadenamiento, sin solución de continuidad, de innovaciones y conceptos que agitan, permanentemente, las aguas, siempre inquietas, de los distintos segmentos profesionales y de investigación.
Un mundo también de continuidades y discontinuidades, donde lo impreso pivota sobre algunos de los principales fenómenos que se producen hoy en día, como el de la «editorialización» de la web. Si la edición ha seguido el camino de la legibilidad y la «lecturabilidad» a través de convenciones tipográficas de distinto signo, la web recorre cada vez con más frecuencia el mismo. Esta normalización implícita de los sistemas de lectura, que por otra parte se hacen más abiertos e inconsistentes semánticamente debido a su carácter fragmentario, afecta a otro fenómeno cada vez más importante, el de la «documentalizacion» de los libros: los sistemas de etiquetado, el enriquecimiento de las obras, la inserción de metadatos cada vez más precisos, y la sujeción de las obras a un radiodiagnóstico bibliográfico, conceptual e iconográfico de carácter reticular, ha propiciado la generación de sistemas analíticos que favorecen la recuperación y el emparejamiento por similaridad de miles de obras en un corpus dado.
La autoría va consolidando su carácter autónomo, desligándose de la prevalente dependencia del editor, del filtro inmanente y necesario de los comités de lectura, la inexcusable intervención de un mediador empresarial. La autopublicación como fórmula de lanzamiento creativo ha ido arbitrando modelos cada vez más flexibles y versátiles que han permitido la emergencia de un caudal incontenible de textos condenados al ostracismo en el ámbito de lo impreso. El autor cobra un protagonismo, además, como promotor y muñidor comercial de su obra, inscribiéndola en circuitos cuya visibilidad depende de su intervención social.
Con la entrada en la era digital, y su rápido desarrollo, surgen nuevos conceptos como la noción de hipertexto, de fragmentación o de intertextualidad, dando lugar a prácticas de lectura conectada, fragmentada y social en la que esta se desvincula del universo estático y hermético del ámbito analógico para diversificarse y ramificarse en múltiples opciones y productos. Una práctica cada vez menos dependiente de los sistemas de legitimación tradicional, más atenta a las redes sociales de lectura, a los comentarios, opiniones y reflexiones de los afines, provocando una distorsión de los cánones consagrados, de las prelaciones interesadas, de las recomendaciones convencionales. La lectura no se entiende sin acción, sin intervención, sin colaboración.
El desarrollo de dispositivos de lectura y plataformas para la consulta, distribución y venta representa una respuesta que no es estrictamente tecnológica, ya que incorpora un fuerte componente social y el desarrollo de estrategias de difusión y participación estrechamente conectadas con las redes sociales y los nuevos hábitos de consumo electrónico.
El éxito de estas fórmulas pasa por la articulación de sistemas de recuperación bien desarrollados, y por el desarrollo de nuevas formas de mediación profesional orquestadas desde el ámbito documental
El aumento de la tecnología digital en los últimos años está cambiando las prácticas de lectura. Los sistemas emergentes aprovechan para su desarrollo el potencial de los nuevos medios de comunicación. Pero estos revisten carencias importantes en cuanto al acceso a la información relevante, lo que obliga a aquilatar los modelos de recuperación para satisfacer mejor la demanda global de cultura digital. Es necesaria la adaptación al nuevo entorno digital, responder desde las perspectivas sociales, culturales, jurídicas y documentales a unas necesidades nuevas en las que la función de mediación es cada vez más importante.
En los últimos años se puede apreciar una metamorfosis del libro en tanto que continente, combinada con una gran volatilidad en cuanto a contenido. En el seno de esta gran transformación que afecta a las prácticas de lectura y de búsqueda de información, así como a las expectativas de usuarios convertidos de internautas en mobinautas, se pueden observar otros fenómenos relacionados con las bibliotecas como centros de referencia:
1. Junto al cierre de bibliotecas clásicas, la aparición de bibliotecas sin libros, establecimientos, sobre todo universitarios, que ofertan documentos numéricos en acceso abierto o restringido.
2. Vemos también desarrollarse un tipo de biblioteca concebida como Tercer Lugar. Después del primer lugar, el domicilio, y el segundo lugar, el trabajo, la biblioteca se erige como un espacio público de intercambios sociales y culturales, en concurrencia con el cine, la cafetería, etc. De tal manera que se podría hablar de la biblioteca como híper lugar.
En este sentido, la mediación documental va a estar, o ya está, profundamente determinada por la porosidad cada vez mayor entre el mundo
«real» y los nuevos territorios digitales. Las nuevas interfaces de realidad aumentada, el Internet de las Cosas, el progreso en el campo de la inteligencia artificial... obligan a una intervención cada vez mayor de los profesionales.
Las nuevas formas de mediación han de involucrar a los recursos digitales, sin duda, pero también a los impresos, porque igual que todo el corpus manuscrito no fue impreso en el siglo 16, tampoco todos los impresos han sido, ni serán digitalizados.
Las nuevas formas de mediación que lo digital induce nos obligan a no considerar a los usuarios como simples consumidores, sino como «investigadores» y redefinir el papel de la biblioteca como intermediaria y guía, no solo para búsqueda de contenidos, sino para la producción de estos.
La intervención digital se libra en múltiples escenarios, planteando interrogantes y problemas que es preciso analizar y definir. En esta obra se pretende dar respuesta a algunos de ellos.

José Antonio Cordón
Director del Grupo E-Lectra


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La transformación experimentada por la industria editorial y los sistemas de información y comunicación en los últimos años, con una intensa migración de lo analógico a lo digital, nos obliga a repensar la forma en que concebimos los documentos, la lectura y la escritura, la creación y la investigación, tanto desde una perspectiva científica como desde una perspectiva cultural. Las tecnologías digitales están articulando nuevas mediaciones, que es preciso analizar para efectuar un diagnóstico de la situación actual y verificar los cambios experimentados en nuestras prácticas.

El mundo electrónico provoca una triple ruptura: instaura una nueva técnica de difusión de la escritura, propicia una nueva relación con los textos e impone a estos una nueva forma de inscripción. Además, obliga al lector a prescindir de las herencias y tradiciones que lo han constituido como receptor, ya que el mundo electrónico ya no utiliza la imprenta, ignora el «libro unitario» y es ajeno a la materialidad del «códex». Es, al mismo tiempo, una revolución de la modalidad técnica de la reproducción de lo escrito, una revolución de la percepción de las entidades textuales y una revolución de las estructuras y formas más fundamentales de los soportes de la cultura escrita. Por otra parte el texto electrónico rompe la linealidad argumentativa propia del discurso impreso, sustituida por una lógica propia del hipertexto. En este sentido se produce igualmente una mutación epistemológica provocada por la transformación de los sistemas de construcción y acreditación del discurso científico, confiado en muchos casos a la iniciativa del lector. Al mismo tiempo la permeabilidad del texto electrónico, en el cual la intervención de los lectores es cada vez más importante, introduce una variable determinante en los conceptos de autoría y de propiedad intelectual.

La transformación experimentada por la industria editorial y los sistemas de información y comunicación en los últimos años, con una intensa migración de lo analógico a lo digital, nos obliga a repensar
la forma en que concebimos los documentos, la lectura y la escritura, la creación y la investigación, tanto desde una perspectiva científica como desde una perspectiva cultural. Las tecnologías digitales están articulando nuevas mediaciones, que es preciso analizar para efectuar un diagnóstico de la situación actual y verificar los cambios experimentados en nuestras prácticas.
El mundo electrónico provoca una triple ruptura: instaura una nueva técnica de difusión de la escritura, propicia una nueva relación con los textos e impone a estos una nueva forma de inscripción. Además, obliga al lector a prescindir de las herencias y tradiciones que lo han constituido como receptor, ya que el mundo electrónico ya no utiliza la imprenta, ignora el «libro unitario» y es ajeno a la materialidad del «códex». Es, al mismo tiempo, una revolución de la modalidad técnica de la reproducción de lo escrito, una revolución de la percepción de las entidades textuales y una revolución de las estructuras y formas más fundamentales de los soportes de la cultura escrita. Por otra parte el texto electrónico rompe la linealidad argumentativa propia del discurso impreso, sustituida por una lógica propia del hipertexto. En este sentido se produce igualmente una mutación epistemológica provocada por la transformación de los sistemas de construcción y acreditación del discurso científico, confiado en muchos casos a la iniciativa del lector. Al mismo tiempo la permeabilidad del texto electrónico, en el cual la intervención de los lectores es cada vez más importante, introduce una variable determinante en los conceptos de autoría y de propiedad intelectual.
El rápido traslado del mundo de los átomos al mundo de los bits, por utilizar la célebre dicotomía de Negroponte («Being Digital»), ha producido una completa transformación en todos los órdenes de la existencia, cada vez más sometida a la porosidad digital. Y es en los sistemas de lecto-escritura donde estos cambios se han experimentado con mayor radicalidad. La migración de un sistema a otro en el ámbito de la información va dejando relevantes ejemplos en estos últimos años, como los representados por el abandono definitivo de lo impreso de obras emblemáticas de la cultura occidental, como las Enciclopedias «Britannica y Universalis», o la vertiente cada vez más electrónica de cualquier iniciativa educativa. Las grandes compañías editoriales especializadas en educación han lanzado numerosas propuestas de aplicaciones y productos únicamente ejecutables en un contexto digital.
Se trata de un mundo de trasvases donde los préstamos de lo analógico a lo digital siguen siendo muy importantes, desde la representación de los libros electrónicos hasta la propia articulación de la cadena de valor del libro en el que perviven elementos de carácter tradicional que tienden a desaparecer, pero que aún alimentan algunas de las fases de desarrollo del ciclo de producción-distribución-recepción. En cierto modo, nos encontramos en un estadio en el que el caos, el desorden, se erigen como una nueva categoría: decenas de iniciativas emprendidas, además, por empresas fuera del ámbito editorial, con propuestas imaginativas sometidas a la prueba de la refutación dada las debilidad de la fronteras de acceso al ámbito digital, conviven con sistemas aquilatados y probados en su eficiencia. Un estadio en el que a la confusión, propia de las fases de tránsito, se le une la aceleración inherente al universo digital, un «tempus» interno caracterizado por el encadenamiento, sin solución de continuidad, de innovaciones y conceptos que agitan, permanentemente, las aguas, siempre inquietas, de los distintos segmentos profesionales y de investigación.
Un mundo también de continuidades y discontinuidades, donde lo impreso pivota sobre algunos de los principales fenómenos que se producen hoy en día, como el de la «editorialización» de la web. Si la edición ha seguido el camino de la legibilidad y la «lecturabilidad» a través de convenciones tipográficas de distinto signo, la web recorre cada vez con más frecuencia el mismo. Esta normalización implícita de los sistemas de lectura, que por otra parte se hacen más abiertos e inconsistentes semánticamente debido a su carácter fragmentario, afecta a otro fenómeno cada vez más importante, el de la «documentalizacion» de los libros: los sistemas de etiquetado, el enriquecimiento de las obras, la inserción de metadatos cada vez más precisos, y la sujeción de las obras a un radiodiagnóstico bibliográfico, conceptual e iconográfico de carácter reticular, ha propiciado la generación de sistemas analíticos que favorecen la recuperación y el emparejamiento por similaridad de miles de obras en un corpus dado.
La autoría va consolidando su carácter autónomo, desligándose de la prevalente dependencia del editor, del filtro inmanente y necesario de los comités de lectura, la inexcusable intervención de un mediador empresarial. La autopublicación como fórmula de lanzamiento creativo ha ido arbitrando modelos cada vez más flexibles y versátiles que han permitido la emergencia de un caudal incontenible de textos condenados al ostracismo en el ámbito de lo impreso. El autor cobra un protagonismo, además, como promotor y muñidor comercial de su obra, inscribiéndola en circuitos cuya visibilidad depende de su intervención social.
Con la entrada en la era digital, y su rápido desarrollo, surgen nuevos conceptos como la noción de hipertexto, de fragmentación o de intertextualidad, dando lugar a prácticas de lectura conectada, fragmentada y social en la que esta se desvincula del universo estático y hermético del ámbito analógico para diversificarse y ramificarse en múltiples opciones y productos. Una práctica cada vez menos dependiente de los sistemas de legitimación tradicional, más atenta a las redes sociales de lectura, a los comentarios, opiniones y reflexiones de los afines, provocando una distorsión de los cánones consagrados, de las prelaciones interesadas, de las recomendaciones convencionales. La lectura no se entiende sin acción, sin intervención, sin colaboración.
El desarrollo de dispositivos de lectura y plataformas para la consulta, distribución y venta representa una respuesta que no es estrictamente tecnológica, ya que incorpora un fuerte componente social y el desarrollo de estrategias de difusión y participación estrechamente conectadas con las redes sociales y los nuevos hábitos de consumo electrónico.
El éxito de estas fórmulas pasa por la articulación de sistemas de recuperación bien desarrollados, y por el desarrollo de nuevas formas de mediación profesional orquestadas desde el ámbito documental
El aumento de la tecnología digital en los últimos años está cambiando las prácticas de lectura. Los sistemas emergentes aprovechan para su desarrollo el potencial de los nuevos medios de comunicación. Pero estos revisten carencias importantes en cuanto al acceso a la información relevante, lo que obliga a aquilatar los modelos de recuperación para satisfacer mejor la demanda global de cultura digital. Es necesaria la adaptación al nuevo entorno digital, responder desde las perspectivas sociales, culturales, jurídicas y documentales a unas necesidades nuevas en las que la función de mediación es cada vez más importante.
En los últimos años se puede apreciar una metamorfosis del libro en tanto que continente, combinada con una gran volatilidad en cuanto a contenido. En el seno de esta gran transformación que afecta a las prácticas de lectura y de búsqueda de información, así como a las expectativas de usuarios convertidos de internautas en mobinautas, se pueden observar otros fenómenos relacionados con las bibliotecas como centros de referencia:
1. Junto al cierre de bibliotecas clásicas, la aparición de bibliotecas sin libros, establecimientos, sobre todo universitarios, que ofertan documentos numéricos en acceso abierto o restringido.
2. Vemos también desarrollarse un tipo de biblioteca concebida como Tercer Lugar. Después del primer lugar, el domicilio, y el segundo lugar, el trabajo, la biblioteca se erige como un espacio público de intercambios sociales y culturales, en concurrencia con el cine, la cafetería, etc. De tal manera que se podría hablar de la biblioteca como híper lugar.
En este sentido, la mediación documental va a estar, o ya está, profundamente determinada por la porosidad cada vez mayor entre el mundo
«real» y los nuevos territorios digitales. Las nuevas interfaces de realidad aumentada, el Internet de las Cosas, el progreso en el campo de la inteligencia artificial... obligan a una intervención cada vez mayor de los profesionales.
Las nuevas formas de mediación han de involucrar a los recursos digitales, sin duda, pero también a los impresos, porque igual que todo el corpus manuscrito no fue impreso en el siglo 16, tampoco todos los impresos han sido, ni serán digitalizados.
Las nuevas formas de mediación que lo digital induce nos obligan a no considerar a los usuarios como simples consumidores, sino como «investigadores» y redefinir el papel de la biblioteca como intermediaria y guía, no solo para búsqueda de contenidos, sino para la producción de estos.
La intervención digital se libra en múltiples escenarios, planteando interrogantes y problemas que es preciso analizar y definir. En esta obra se pretende dar respuesta a algunos de ellos.

José Antonio Cordón
Director del Grupo E-Lectra


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